miércoles, 24 de abril de 2013

Errante

Estoy sentado frente a la nada, sintiendo lo menos posible. Todo está sumido en una oscuridad casi absoluta, pero sin mirar distingo pequeñas chispas de luz de luna brillar en el filo de un espejo, en el cristal de una pecera vacía y en las piedras brillantes que hay entre la arena amarilla sobre la que está colocada. Además de un ligero aroma a chamusquina, eso es todo lo que mis sentidos me aportan ahora mismo. Brillos de una luz hermosa y fría sobre un altar que ahora sólo puede ser olvido. Parecen susurrarme con esa voz siniestra y cálida que sólo he oído en mi cabeza... Vuelve... Pero no hay a dónde volver. La casa ha ardido, y un par de manos no pueden construir otra sin ayuda. Así pues, es hora de vagar.

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