Hola otra vez, lector. Te traigo un nuevo tema sobre el cual reflexionar…
Últimamente he estado fijándome en como muchas personas idolatran a
otras, y me ha parecido bastante desconcertante. Cuando yo admiro a alguien, es
porque alguna de sus acciones me resulta ejemplar, porque hay algo de él que me
gustaría poder alcanzar, aun sabiendo que esa persona tiene todas las carencias
propias de cualquier ser humano. Pero hay quien sigue a otros como si fueran…
dioses. Adoran a sus cuerpos y sus obras, nunca los cuestionan, y arremeten
contra todo el que lo haga, como declarando una guerra santa. Harían cualquier
cosa con tal de estar cerca de ellos, aunque sus “ídolos” ni les miren, ni
siquiera adviertan su presencia, sino sólo sus cuerpos, como otro admirador más,
y aun así sentirían tal alegría que no podrían evitar gritar de emoción;
engañándose a sí mismos pensando que esa sonrisa era para ellos. Están
atrapados en un maleficio de “amor”, si es que se le puede llamar así a esa
imperiosa necesidad por dárselo todo a alguien que nunca va a mirarte; sí, yo
también lo he sentido. Y lo más triste de todo es que no sólo me refiero a
aquellos incondicionales fans de estrellas pop y similares, de hecho eso me
parece lo menos grave… He visto esto también entre “amigos”, personas del día a
día, que tienen contacto a menudo. Como dijo Aristóteles, uno es el amante, y
otro el amado. O como digo yo, uno es el manipulado, y otro el manipulador.
Una persona necesita tanto a la otra que no puede apartarse de ella sin
sentirse vacío. Tiene una imagen tan falsa de ella que piensa que merece todo
lo bueno, que en cierto modo es la encarnación de la pureza. Se desvive por su
ídolo, olvidándose cada vez más de sí mismo… Mientras el amado (o manipulador),
muchas veces sin darse cuenta, utiliza a su pobre súbdito. Fácilmente puede
hacerle renunciar a sus más fieles amistades, haciéndole ver que son falsas; o
a sus ideales, sugiriéndole otros mucho más convenientes. Y la parte más
graciosa es que el amado ve justificadas estas acciones, ya que él mismo llega
a creerse la imagen que su amante tiene de él: piensa que todas sus
motivaciones egoístas son justas, y que su admirador también las busca por eso,
porque es lo normal. Lo bueno. ¿Es “gracioso”, no? Una persona puede despreciar
al mejor y más fiel amigo de otra, y que esta también comience a hacerlo y deje
a su amigo tirado, pensando que el criterio de su amado es el acertado, sin
ningún tipo de vacilación. Abandonando a alguien que se ha desvivido, se ha
preocupado y le ha amado realmente simplemente para satisfacer a una persona
que sólo le utilizará. Este sentimiento promueve la injusticia. La ceguera.
Hace que me hierva la sangre.
No creo que podamos dejar que nadie dirija nuestras vidas, por muy
necesitados de cariño que estemos. Tener ejemplos a seguir es genial, siempre
que sepamos que en ningún momento estos son superiores a nosotros: simplemente
son personas que encontraron un buen camino y lo siguieron, para dejar que
personas como nosotros podamos explorarlo también. No son perfectos, ni están
libres de la debilidad humana, pero sí hay algo que podemos aprender de ellos.
Yo, al menos, he visto así a todas las personas a las que he admirado. Quizás
me haya resultado tan fácil porque esas personas ya están muertas, realmente
nunca existieron, o también sentían algún tipo de amor por mí. Lo que tengo
claro es que no dejaré que el juicio de nadie nuble el mío propio y sustituya
mis ideas por las suyas. No seré ileal a
un amigo porque alguien diga que no lo es realmente, independientemente de
quién quiera que cambie de idea sobre él. No actuaré de un modo que me parezca
injusto para ayudar a nadie.
No hay nada más importante para mí que la propia identidad, y creo que
someterse a otro, por el motivo que sea, es equivalente a morir, con la
salvedad de que con suerte en esto podrás volver atrás. Es esencial ser uno
mismo por encima de todo, siendo flexible, pero cambiando de ideas sólo cuando
tu propio juicio crea que es conveniente. No debe haber más juicio que el de
uno mismo. Y actuando así no serás terco o egocéntrico, siempre que reflexiones
correctamente. Serás tú mismo.
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