Ayer miré hacia el
río, y sólo vi en él mi reflejo:
plano, predecible,
irreal e injusto.
Hoy quiero saber la
verdad y entro en él, casi desnudo;
el tacto y el alma me muestran
algo nuevo.
No hay rastro de mí
allí dentro,
solo belleza, luz, vida
y nostalgia.
Miedo, necesidad,
ansia y deseo.
Descubrí que para ser
ciego no hay que tener secos los ojos,
sólo creer haber visto
sin tenerlos abiertos.
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